La Ceguera Ante la Corrupción en El Salvador

October 13, 2016

El día que el ex presidente salvadoreño Francisco Flores se entregó a la justicia para ser procesado por corrupción, el 5 de septiembre de 2014, una decena de manifestantes se apostaron en la entrada principal de los juzgados para lanzarle bolsas con agua y gritarle, megáfono en mano: “corrupto, a la cárcel”.

Visto desde lejos, la reacción de indignación de algunos salvadoreños se parece al despertar de una ciudadanía cansada de la corrupción, de la impunidad, del tedio de vivir en uno de los países etiquetados como de los más violentos del continente.

Y, en apariencia, esa indignación contra la corrupción también ha contagiado a los políticos. En octubre del 2013, el ex presidente Mauricio Funes lanzó reiteradas denuncias en contra del ex presidente Flores por el mal uso de unos donativos de Taiwán. Ante esas denuncias, los partidos políticos parecieron preocuparse por el despilfarro y formaron una comisión especial para investigar a Flores.

En El Salvador, empero, indignarse ante la corrupción se parece a la metáfora del “Ensayo sobre la ceguera”, la novela del portugués José Saramago. Los políticos y sus seguidores se escandalizan ante la maldad de otros; denuncian, investigan y  "ven” la corrupción sólo cuando se trata del enemigo político, y se justifican y se callan cuando se trata del amigo…

Flores fue Presidente de El Salvador desde 1999 hasta el 2004. La Fiscalía lo acusa del desvío de USD 10 millones que eran parte de un donativo de Taiwán para la construcción de viviendas para los damnificados por unos terremotos. Ese dinero, sin embargo, lo desvió hacia una cuenta del partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena) para financiar la campaña electoral del último presidente arenero, Antonio Saca.

Arena es un partido de derecha que gobernó El Salvador durante 20 años. El Salvador es el país más pequeño de Centro América, padece una epidemia de homicidios y está azotado por otros problemas como el desempleo y la desigualdad. Durante su gobierno, Flores impulsó una serie de políticas económicas y de seguridad que no consultó con ningún sector del país y que trastocaron la vida de los salvadoreños. Flores dolarizó la economía e impulsó el “Plan Mano Dura” contra las pandillas, una estrategia de política pública vacía que triplicó los homicidios.

Flores terminó su gobierno con bajos niveles de popularidad y regresó a la vida política recién en octubre del año pasado, cuando se presentó como asesor del candidato presidencial Norman Quijano. El retorno de Flores a la política, en términos generales, se puede calificar como un desastre: su partido perdió las elecciones. Después de que Funes lo acusara públicamente, Flores se quedó solo, lidiando con un caso de corrupción que ahora lo tiene recluido en una bartolina policial.

Funes reveló en el desaparecido programa “Conversando con el Presidente” un reporte de operaciones sospechosas emitido por el Gobierno de los Estados Unidos en contra de Flores. El documento revelaba que Flores no pudo justificar en el International Bank of Miami un ingreso de USD 10 millones.

Luego los diputados crearon una Comisión Especial y llamaron a declarar dos veces a Flores. Ahí, el ex presidente confirmó que recibió millonarios donativos de Taiwán, dijo que el dinero lo había entregado en efectivo en unos “saquitos” y no pudo especificar quiénes recibieron la ayuda, limitándose a decir que el dinero llegó a “los destinatarios”.

Luego de comparecer ante la Asamblea Legislativa, a Flores le llovieron denuncias y “avisos” de que estaba cometiendo delitos. La Fiscalía General de la República (FGR) recibió ocho peticiones de “organizaciones sociales” y de ciudadanos, los que exigían investigar a Flores por enriquecimiento ilícito, peculado, malversación de fondos, lavado de dinero, estafa y actos arbitrarios…

El 30 de abril de 2014, Flores se convirtió en el primer ex presidente salvadoreño procesado por corrupción en la etapa democrática del país. Ese día, la Fiscalía lo acusó en un juzgado por enriquecimiento ilícito y peculado.

Otro Presidente Involucrado

Ahora, Flores está recluido en una bartolina policial donde tiene por únicas posesiones una colchoneta y una hamaca a la espera de una audiencia. Con el paso de los meses, las investigaciones han revelado que Flores sólo es una pieza de un complejo engranaje de corrupción que involucra a otro ex presidente: Antonio Saca.

Saca fue Presidente entre 2004 y 2009. Es un empresario radial que heredó de su antecesor Flores dos cosas: USD 10 millones de un donativo de Taiwán para financiar su campaña política y, en materia de seguridad, el plan “Súper Mano Dura” que prometía terminar con la fiesta de todos los “malacates” (delincuentes), pero que sólo terminó por fortalecer el poder de las pandillas, lo que se reflejó en su creciente control territorial y en el incremento de los homicidios y de las extorsiones.

Según una publicación del periódico digital El Faro (www.elfaro.net), Saca tenía firma autorizada en una cuenta del Cuscatlán International Bank & Trust, en Costa Rica, donde Flores habría depositado los donativos de Taiwán. Cuando ese dinero llegó a El Salvador, el nombre de Flores se pierde, pero el nombre de Saca se mantiene como firma autorizada en una cuenta que el partido Arena tenía en el Banco Cuscatlán.

Flores aseguró públicamente que el dinero estaba destinado para atender a las víctimas de los terremotos de 2001. Sin embargo, el rastro del dinero y el testimonio de algunas de las personas que cobraron esos cheques indica que en realidad sirvieron para financiar la campaña presidencial de Arena. Más específicamente, la campaña de Saca entre noviembre de 2003 y abril de 2004.

El posible involucramiento de un segundo ex presidente en el manejo irregular de los donativos de Taiwán, empero, ya no indignó a muchos salvadoreños. Ninguna “organización social” ni ninguna de las decenas de ciudadanos que pidieron investigar a Flores ha pedido que se inicie una investigación contra Saca.

La reacción de los políticos también ha sido de indiferencia. Un día después de la publicación de El Faro, Funes –el responsable de echar a andar la piedra que terminó en avalancha– dijo que las revelaciones eran “una cortina de humo” y una estrategia para desviar la atención sobre el verdadero culpable: Flores.

Y la Comisión Especial de diputados que investiga los donativos de Taiwán también ha reaccionado con desgana a investigar el posible involucramiento de Saca. Esa comisión no ha programado llamar a declarar a Saca ni a otros diputados que recibieron dinero de la cuenta bancaria que se nutrió con los donativos.

¿Por qué desapareció la indignación ante la corrupción? ¿Por qué para algunos ciudadanos y políticos solo es importante perseguir al gestor, pero no al distribuidor del dinero?

Una parte de la respuesta está relacionada con la polarización política de El Salvador y con la división del partido Arena. Luego de 20 años de gobierno, Arena perdió las elecciones y el partido de izquierda, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), tomó por primera vez las riendas del gobierno. Arena culpó de su derrota a Saca y lo expulsó del partido y fue entonces cuando los allegados a Saca se escindieron de Arena y formaron un nuevo partido: Gana.

El gobierno de Funes y, en gran medida, el FMLN encontró en Gana un aliado para aprobar leyes y préstamos a los cuales se oponía Arena, el otrora poderoso partido de derecha que ahora está reducido a ser oposición.

La posición de estas piezas en el nuevo ajedrez político salvadoreño determina, en gran medida, denunciar o no con ahínco la corrupción. Ni el ex presidente Funes, ni el FMLN, ni Gana se han pronunciado por investigar a Saca. La indignación contra la corrupción, entonces, depende del lente político con el que se mire.

Hace cinco meses, El Faro publicó otra investigación que detallaba cómo un amigo del Presidente Funes ganó millonarios contratos de seguridad privada y, al mismo tiempo, logró que sus familiares, empleados y abogados fueran nombrados como directores en instituciones públicas que controlan el sector energético y de puertos.

Ese amigo de Funes, Miguel Menéndez, también le pagó al ex presidente viajes privados en jet hacia Panamá y Estados Unidos. En esos viajes lo acompañó una persona cercana al entorno de Funes, una joven relacionada con una misteriosa empresa que montó un lujoso spa y que compró inmuebles por más de un millón de dólares.

La investigación sobre Funes fue la oportunidad para que Arena se indignara contra la corrupción. Un dirigente de ese partido pidió a la Fiscalía que se investigara a Funes  por enriquecimiento ilícito, por tráfico de influencias… Ese mismo dirigente, Ernesto Muyshondt, es el que matiza el millonario caso de corrupción de los donativos de Taiwán y que cree que la Arena de aquella época es diferente a la Arena de ahora, pese a que los cheques demuestran que muchos de los políticos de aquel tiempo siguen teniendo puestos importantes.

En El Salvador parece que hay corrupción sólo cuando el caso no afecta a determinados círculos políticos. Los políticos salvadoreños se parecen, en algunos casos, a los personajes del “Ensayo sobre la ceguera”, la novela de José Saramago.

Los personajes de Saramago son unos ciegos que ven algo blanco como un mar de leche, que están recluidos en una bodega para que la epidemia de la ceguera no se extienda. La convivencia en esa bodega los lleva a naufragar en la vileza, en la miseria humana. La novela retrata cómo el egoísmo se impone cuando se trata de sobrevivir. Esa metáfora se puede aplicar a los salvadoreños que se escandalizan con la maldad del enemigo político, y ese coro de escandalizados se calla y justifica cuando se trata del amigo.

 
 

 

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Efren Lemus
Periodista salvadoreño. Trabaja para Elfaro.net. Fue parte del equipo que ganó el premio latinoamericano de investigación 2013 y mención de honor de la Sociedad Interamericana, en la categoría periodismo de profundidad, 2007. Ha trabajado para La Prensa Gráfica, Diario El Mundo y fue pasante de la revista Tiempo, en España (2008). Fue becario del Buro de Educación de los Estados Unidos, de la Fundación Scripps Horward y de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. Trabajó como docente en la Universidad de El Salvador (UES) y Universidad Centroamericana (UCA).