La Necesaria Movilización Estudiantil en México

October 13, 2016

Cada dos de octubre se conmemora en México el Movimiento Estudiantil de 1968. En sintonía con el famoso movimiento estudiantil ocurrido en mayo de ese año en Francia, en 1968 en México se desarrolló un movimiento que aglutinó a estudiantes de la Universidad Nacional de México (UNAM), del Instituto Politécnico Nacional (IPN), y también a profesores, intelectuales y trabajadores. Entre las consignas de los pliegos reivindicativos del movimiento estaban la autonomía universitaria, dar libertad a los presos políticos y la destitución de los jefes policíacos. Ese día funesto, en la Plaza de las Tres Culturas (donde varios siglos antes Cuauhtémoc había dado la última batalla de resistencia contra los imperialistas del viejo mundo) la represión estatal se cobró varias centenas de vidas, hirió a muchos manifestantes y encarceló a los líderes del movimiento.

Cada dos de octubre una movilización activa recorre las calles principales de la ciudad de México para pedir que nunca más vuelva a suceder. Lamentablemente, no está tan claro que eso se respete, ya que el año pasado la marcha fue reprimida…

 ¿Nunca Más?

Hace un par de semanas estalló un conflicto en el IPN porque el intento de reforma de plan de estudios impulsado por el gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto y la directora del IPN, Yoloxóchitil Bustamante, violaban nuevamente la autonomía universitaria.

Las asambleas y las movilizaciones estudiantiles pasaron a formar parte de la agenda política. Tanto es así que el secretario de gobernación terminó recibiendo el pliego de reivindicaciones. La directora del IPN renunció a su cargo y los estudiantes del IPN demostraron que la organización es una excelente manera de frenar el avance sobre la autonomía. Actualmente los estudiantes se encuentran en estado de asamblea permanente hasta que el gobierno responda al pliego de reivindicaciones y frene definitivamente el intento de reforma.

Mientras estos sucesos se desarrollaban, una noticia terrible sacudió a la sociedad mexicana. En Iguala, estado de Guerrero, 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa desaparecieron la noche del 26 al 27 de septiembre.

El ataque, que también habría dejado una secuela de 7 muertos y 25 heridos, habría sido provocado por la polícia local. El fiscal general del estado de Guerrero, Iñaki Blanco Cabrera, afirmó que un funcionario público habría dado la orden de detener a los estudiantes normalistas y que un integrante del grupo delictivo “Guerreros Unidos” habría dispuesto el asesinato de los jóvenes.1 Hasta ahora fueron detenidos 22 policías municipales que habrían participado del hecho y ocho personas más vinculadas al grupo de “Guerreros Unidos”.

En torno al esclarecimiento y la búsqueda de los desaparecidos se conformó una red de organizaciones no gubernamentales y de derechos humanos, las cuales han organizado  marchas para pedir justicia y un esclarecimiento de los hechos.

El pasado dos de octubre tanto los reclamos del IPN como el suceso que afectó a los estudiantes de Ayotzinapa fueron las banderas sostenidas por la multitud que se movilizó desde la Plaza de las Tres Culturas hasta el Zócalo. Aunque todavía no se termina de esclarecer el paradero de los jóvenes ni el motivo de su detención, parece existir una responsabilidad y complicidad por parte del gobierno mexicano en los crímenes y en la violación de los derechos básicos de los estudiantes y otros colectivos sociales. Y, por otro, la certeza de la fragilidad del reclamo del “¡Nunca Más!” cuando ese reclamo no es sostenido por la movilización popular.


Referencias:

1 Briceño, Héctor. “Sicario de ‘Guerreros Unidos’ ordenó asesinar a normalistas: fiscal de Guerrero.” Disponible en: http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2014/10/05/funcionario-de-iguala-orde...

 
 

 

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Matías Oberlin
Estudiante de historia de la Universidad de Buenos Aires. Actualmente se encuentra en México terminando sus estudios de grado. Adscrito a las cátedras de Problemas Latinoamericanos Contemporáneos e Historia de América III de la licenciatura en Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.