Elecciones 2014 - Costa Rica

October 20, 2016

El estudio de los sistemas de partidos y de los partidos políticos se ha tornado uno de los temas más activos dentro del campo de la política comparada. Sin embargo, el estudio empírico orientado a los partidos como organizaciones, todavía representa una de las grandes lagunas en este campo. Las grandes obras de Kirchheimer, Duverger y Sartori intentaron crear un marco de investigación sobre la realidad de los partidos, siguiendo el ejemplo de otros autores de inicio del siglo XX, como Ostrogorski, Michels, e inclusive Weber. Ya a inicios de la década de los 80, la investigación fue fortalecida por autores como Angelo Panebianco, Kenneth Janda, Peter Mair y Richard Katz, solo para dar algunos ejemplos.

En ese sentido, Mair (1994) concluiría que los partidos no estarían decayendo, pero sí cambiando. Se identificaría mayor profesionalización en la dirigencia partidaria y además cobraría mayor relevancia el papel de los militantes en la ampliación de la democracia partidaria, en detrimento de su suficiencia. Para Mair sería solo las bases del partido las que estarían en crisis, siendo que la dirigencia partidaria se estaría fortaleciendo desde el momento en que aumenta la cantidad de recursos a su disposición, derivados de su relación con el Estado (GUARNIERI, 2009). Los autores mencionados anteriormente señalaban el estudio de la organización interna, identificando prácticas, fisionomía, tendencias, y estrategias intra-partidistas para conocer mejor el desarrollo de éstos en la sociedad. Estudiando cómo se adaptan las organizaciones partidarias a su contexto y a las coyunturas específicas, pero siempre enfocando al objeto de estudio: el partido político como organización.

Este artículo se centra en uno de los aspectos principales de la organización a lo interno: el ordenamiento de las relaciones de poder, entendida como la lucha de facciones y tendencias, y su accionar para el establecimiento de una estructura formal y consecuente en la estabilidad del partido. El artículo explica la situación de 4 partidos nacionales, haciendo un análisis del último año antes de las elecciones del 2014.

Sin duda el 2013 inició con una noticia que evidenció una situación interna en el Partido Liberación Nacional (PLN): Rodrigo Arias Sánchez (RAS) renunciaba a su precandidatura para competir en las elecciones internas en abril del 2013 para elegir al candidato presidencial por el PLN. Ni los anuncios prematuros de precandidatura desde mayo del 2010, ni los apoyos de ex ministros de la administración Arias Sánchez 2006-2010, ni los más de 21mil seguidores en facebook, y por supuesto, el poseer el control de la estructura arista en el partido,  fueron razón suficiente para que RAS continuase en la lucha interna del partido. Se alegó falta de presupuesto, sumado a los bajos resultados en las encuestas nacionales; aunque el tituló su despedida como “Las ideas tienen su tiempo”.

Desde la óptica de la organización interna del poder, es necesario identificar algunos elementos claves para comprender ese ordenamiento de relaciones de poder. Primero cabe resaltar que el arismo y el PLN no son exactamente lo mismo; ese binomio se extendió aproximadamente desde el 2003 hasta el 2010-2011. En esos años se puede hablar de una facción arista que logró generar una mudanza organizativa, expulsando a antiguos líderes y figuras reconocidas del partido. Asimismo, reformó las reglas del juego internas (el estatuto) y fortaleció la disciplina partidaria. Hubo resistencia que rápidamente fue cooptada, y aquella eventual lucha de facciones quedó reducida a una fuerte coalición dominante encabezada por el arismo, y algunas tendencias orbitando alrededor, buscando asegurar alguna parcela de poder que le generara elementos para su fortalecimiento.

En ese período transcurrió la reelección presidencial, la ajustada elección de Oscar Arias, la aprobación -por medio de referéndum- del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos y el arraigo hacia determinado modelo de desarrollo. El abandono al proyecto de reforma fiscal, junto con agresivas y efectivas políticas asistencialistas llevaron al escenario arista la candidatura y eventual elección de Laura Chinchilla como presidenta de Costa Rica en el periodo 2010-2014. El arismo gozaba de una posición más que saludable para una coalición dominante: se ubicaba en la cima de la organización partidaria más importante del país, con una posibilidad realmente grande de un tercer mandato consecutivo, haciendo historia en el país.

Sin embargo, el arismo no entendió que era primordial el manejo adecuado de las parcelas de poder. Parece muy clara esta situación cuando el entonces presidente Oscar Arias –líder del arismo- elige a Laura Chinchilla como heredera del arismo, y ésta no consigue liderar ni asegurar ese caudal político. Más allá de ser Laura la figura de la facción más importante del PLN, este grupo nunca consiguió fortalecer ni posicionar a Laura de manera se sintiera sólido su mandato.

El arismo perdió con RAS porque se creyó el sucesor natural de una facción que controlaba el poder, pero que a lo interno era débil, y omitía factores endógenos y exógenos. Los exógenos son más que conocidos: según las encuestas, nacionalmente RAS no contaba con gran apoyo popular. A nivel endógeno, si bien la estructura era arista, el apoyo de Oscar Arias a la sucesión de RAS en la candidatura nunca se dio de forma vigorosa. El líder principal del arismo casi no se manifestó, y eso genera una duda razonable. Además, sale a la vista que RAS nunca fue una persona que estuviese tan vinculada al partido político; a su vida organizativa. Es claro que la corriente o tendencia de los políticos “modernos” es a ser menos visibles, y contar con menos experiencia partidaria, siempre y cuando cuenten con otros recursos que puedan suplir esa falta de “vida partidaria”; pero eso no deja de ser solo una variable, y no significa que pueden tener más confianza personas directamente relacionadas y envueltas con el partido, que aquellas personas que solo se acercan cuando mejor se les presentan las oportunidades. Este fue un punto que omitió el arismo sobre el PLN. Otro importante factor que omite el arismo son todas las otras tendencias que orbitaban alrededor de la coalición dominante. Existió un fortalecimiento de esas tendencias que poco a poco mostraron mejor organización, y mayor ahínco en la lucha interna de poder. El 41% que tuvo Johnny Araya en las elecciones internas de 2009 mostraba claramente a un sector “anti-arista” que logró aglutinar Johnny para inicios del 2013.

El Partido Acción Ciudadana (PAC) irrumpió en la política costarricense en un contexto de desconfianza y desanimo con los partidos políticos tradicionales. Sobre un discurso coherente sobre ética e intolerancia a la corrupción, combinado con una doctrina progresista, lograron en poco tiempo posicionarse como la segunda fuerza partidaria en Costa Rica. En la Asamblea Legislativa tuvieron diputados electos que desafiaron la disciplina partidaria y salieron del PAC, sin que esto realmente tuviese un impacto fuerte en la férrea estructura vertical que lideraba el líder fundador Ottón Solís. Y al menos así fue durante 12 años aproximadamente, siendo que la estructura de poder se mantenía intacta, esto pese a lo endémico de los conflictos intrapartidarios. Lo cierto es que en estos años el PAC consolidó un lugar en la política partidaria, sufriendo los problemas que cualquier otro partido recién formado puede sufrir, pero consiguiendo asegurar su posición.

Sin embargo, el desgaste de 3 elecciones nacionales, evidenciaron el descontrol de las zonas de incertidumbre, la distribución inadecuada de incentivos selectivos y colectivos, así como el debilitamiento de un centro fuerte de poder, provocando que las tendencias y facciones a lo interno del partido desafiaran a la coalición dominante, siendo que ésta última cedió ante la posibilidad de colocarse al frente de la candidatura presidencial para el 2014. La coalición dominante liderada por el líder del partido Ottón Solís se debilitó ante el crecimiento de tendencias a lo interno que retaron el poder del líder. En ese sentido, las facciones y tendencias se “unieron” pretendiendo abrir un espacio para disputar el liderazgo del partido. Cuando consiguieron abrir ese espacio, se disputaron el poder entre ellos, sabiendo que no era posible apartar totalmente al ottonismo, pero sí procurando quebrar el monopolio de poder que este grupo tradicionalmente ostentaba.

Sin embargo, ese “quiebre” generaría un dilema: cualquier coalición dominante debe tener claro que debe buscar su estabilidad política, sin descuidar la sobrevivencia del partido; es decir, el grupo en el poder debe fortalecer su posición, pero a su vez cuidar que su extensión de poder no acabe con el partido. En ese sentido, la elección de diputados sugerida por Luis Guillermo Solís, evidenció claramente una concertación con los otros líderes de las facciones más importantes ante la inminente amenaza real a la sobrevivencia del partido. Es decir, después de usar el mecanismo de convención semi-abierta para elegir el candidato presidencial -la cual tuvo una baja participación-, el ajustado triunfo de Luis Guillermo Solís, con una lucha de facciones fuerte a lo interno, y con un liderazgo débil y amenazado, no generó garantías de éxito al PAC. Así, antes de entrar a un ambiente de hostilidad interna, Luis Guillermo prefirió pactar con varios de los líderes de las facciones, ofreciendo importantes parcelas de poder, entre ellas las más destacada es el ceder en el control de la fracción legislativa al catapultar a Ottón Solís y a Epsy Campbell -y este ofrecimiento no es poco, significa ceder el elemento de control político más importante para un partido de oposición-.

Así, ante un eminente ambiente hostil, el candidato del PAC sacrificó la estabilidad política por la sobrevivencia del partido. A lo interno estaría imperando una frágil coalición dominante dividida, estable (por el momento), en la cual los arreglos y negociaciones pueden ser precarios, así como los compromisos entre las facciones.

En el Frente Amplio (FA) todavía está por verse su capacidad de fortalecer su institucionalidad después de la muerte de su líder fundador, José Merino del Río. Por el momento  lo hace bien, asegurando sus grupos de jóvenes, y manteniendo sus núcleos medulares cerca del candidato presidencial José María Villalta. Pero con certeza el vacío de poder, y la posición privilegiada del representante más exitoso -electoralmente hablando- de la izquierda costarricense (por lo menos en los últimos 8 años), no es de exclusividad de Villalta, y no serán pocos quienes ven en ese partido una plataforma organizativa que crece poco a poco y que puede asegurar más fuerza en la Asamblea Legislativa. Inclusive no sería extraño que el crecimiento electoral del FA, acercara a otros grupos interesados en participar a lo interno del partido. Esto podría llevar al partido a políticos tradicionales, provenientes de otros partidos. Por lo tanto para el FA es sumamente importante blindarse con filtros que protejan la organización partidaria. La mejor opción para el FA sería revisar su estatuto, de manera que la coalición dominante asegure su estabilidad, permitiendo que la diversidad de actores que se acerquen al FA, conozcan las “reglas del juego”. Ya existe evidencia empírica en partidos de izquierda en Costa Rica, donde la apertura democrática del partido no se homologó al control de la organización partidaria, y la lucha de facciones -aunado a un débil estatuto- terminó con la sobrevivencia de la organización. Asimismo, el FA tendrá que fortalecer su institucionalidad, y principalmente extender su organización real fuera del Gran Área Metropolitana. La reivindicación ideológica y la coherencia en su práctica le auguran un control del ambiente más adecuado y un manejo más libre a la coalición dominante que por lo pronto parece estable.

Sobre el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) se puede indicar que su organización viene en un proceso acelerado de des-institucionalización; la lucha de pseudo-facciones ha creado vacíos de poder gigante, y en cuanto eso, los pocos esfuerzos de fortalecerse, se reducen a las elecciones cada 4 años... líderes desgastados, sin procesos de renovación señalan el debilitamiento general. La presencia protagonista de outsiders se mezcla con renuncias de figuras tradicionales, reclamos y abandono de las bases, las cuáles se destacan por su volatilidad. La cúpula del PUSC nunca buscó una renovación, y la concentración de poder por parte de la coalición dominante-calderonista- provocó una desestabilización sin precedentes, que combinado con el ambiente hostil después de las acusaciones de corrupción a los ex-presidentes del PUSC, y el eventual descalabro electoral lo han obligado a pensar seriamente en su sobrevivencia. Y aun así, pese a los esfuerzos de la facción opositora por reacomodar nuevas condiciones de sobrevivencia de la organización, lo cierto es que la debilidad partidaria se verá reflejada en el control de los legisladores que logre obtener el PUSC en el periodo 2014-2018.

En síntesis, el desafío para los partidos políticos será reivindicar su autonomía y su capacidad de acción y decisión ante eventuales alteraciones del ambiente y de actores desestabilizadores. El reto es mayúsculo si se piensa que los partidos políticos aun marchan con un grado enorme de descontento general, siendo una de las instituciones que más rápido se deslegitiman. Es absolutamente necesario para los cuatro partidos entender que el período electoral, vital para mantenerse en competencia, debe ser paralelo a los procesos de renovación y fortalecimiento de su organización.

About Author(s)

Iván Acuña
Master en Ciencia Política por la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar), en São Paulo, Brasil; Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad de Costa Rica. Se ha desempeñado en trabajos relacionados en Costa Rica con el Ministerio de Planificación Nacional y Política Económica, así como en investigación y docencia en la Universidad de Costa Rica, el Programa Estado de la Nación y el Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral -IDEA Internacional-. Además ha realizado observación internacional en diversas elecciones en América Latina por la Organización de Estados Americanos -OEA-.