"Where you from?" Deportación, identidad y trabajo reciclado en el call center salvadoreño

July 27, 2018
Mi artículo en el LARR surge a partir de mi interés en el call center salvadoreño como sitio donde se encuentran de manera violenta y compleja la globalización del capitalismo neoliberal, nuevas tecnologías de comunicación, información y disciplina, y el régimen norteamericano de la deportación masiva. En esta investigación, busco acercarme a las subjetividades producidas en este contexto complicado. 
 
En países como México, República Dominicana, Honduras, Guatemala, y El Salvador, existe una población importante de personas deportadas de Estados Unidos que trabajan en la industria externalizada y terciarizada de los "call centers". Gracias a las competencias lingüísticas y culturales que adquirieron a lo largo de sus residencias en el exterior, brindan servicios virtuales en inglés a clientes norteamericanos para empresas bancarias y telefónicas, aerolíneas, hasta para juegos de Facebook. Pasan sus días atendiendo desde afuera a la comunidad de la cual fueron expulsados. 
Muchos pensadores importantes teorizan la deportación como la eliminación de desperdicios. Los migrantes se conciben como una mano de obra desechable, y los deportados son imaginados como los restos consumidos del imperio. En particular, las personas deportadas son caracterizados como plustrabajo, una mano de obra excesiva y sin utilidades económicas para el país receptor. Sin embargo, mi trabajo con las personas deportadas de Estados Unidos trabajando en los call centers de El Salvador me lleva a otra propuesta. 
 
En vez de concebir los trabajadores migrantes como "desechables", propongo la metáfora de "reciclaje" para teorizar la re-utilización de trabajadores deportados en la industria terciarizada y externalizada de los call centers, quienes siguen laborando al servicio del capital norteamericano después de su expulsión desde el país de su nacimiento en condiciones desfavorables. 
 
Vale la pena destacar que el español no es mi idioma nativo, sino inglés; sin embargo, como investigadora radicada en El Salvador, fue importante para mí poder difundir mi trabajo con un amplio público en ese país. Mucha de la literatura existente sobre este tema circula en la en inglés, y quería evitar su secuestro en la academia norteamericana. 
 
En el artículo, analizo la construcción discursiva de las identidades producida por trece trabajadores de call center, once hombres y dos mujeres. Todos pertenecen a la llamada "generación 1.5", es decir personas que migraron como niños y que pasaron los años formativos de su vida en el exterior, cuya experiencia migratoria les coloca en una posición incierta entre la primera y segunda generación de inmigrantes. Ellos son los "Otros Dreamers" (1).  Son estos jóvenes deportados de la generación 1.5 quienes suelen encontrar trabajo como agentes de call center, ya que su aculturación como latinos estadounidenses les vuelve indistinguibles de cualquier teleoperador norteamericano. 
 
En el texto, busco demostrar que el circuito violento de migración, deportación y explotación laboral en el sector externalizado tiene como hilo conductor la globalización del neoliberalismo. La implementación de políticas de desregulación, libre comercio y privatización tanto en El Salvador como en Estados Unidos contribuyó directamente al incremento de la migración salvadoreña de la posguerra, al régimen de la detención y deportación masiva en Estados Unidos y, particularmente, al surgimiento de la industria de call center en El Salvador.
 
Un poco de contexto: El Salvador cuenta con una larga historia de migración interna e internacional. Sin embargo, no fue hasta la década de 1990 que los migrantes comenzaron a enfrentar la maquinaria norteamericana de la deportación masiva. Hoy, decenas de miles de personas son expulsadas de Estados Unidos a El Salvador cada año, donde la industria de los call centers se perfila como sector privilegiado del empleo para trabajadores bilingües. 
 
Aunque son una minoría dentro del total de los deportados, los de la generación 1.5 constituyen una población altamente estigmatizado en El Salvador. En el imaginario popular, los que evidencian signos externos de su aculturación en Estados Unidos, sean sus gestos, acentos, tatuajes o vestimenta, son pandilleros, los llamados "homies", son considerados peligrosos y rechazados. Tantos los medios de comunicación como los discursos oficiales reproducen este discurso hegemónico del deportado como delincuente. Enfrentan discriminación laboral en el mercado y criminalización por parte de los agentes de seguridad pública en las calles, y son particularmente vulnerables frente la violencia de las pandillas. 
Frente a un entorno desconocido y hasta hostil, la industria de call centers emerge como una de las pocas que emplean a deportados. Los call centers destacan por su tolerancia de los tatuajes y, en algunos casos, antecedentes penales que tienen muchos de estos trabajadores. Algunas empresas hasta mandaban representantes al aeropuerto para recibir los vuelos de deportados y reclutarlos. Hoy, el enlace se ha institucionalizado: el gobierno salvadoreño tiene convenios con empresas de call center para brindarles información sobre empleos en sus ventanillas de inserción laboral para personas "retornadas" en cada departamento del país(2). 
 
Igual que las maquiladoras, la industria de call centers en El Salvador surgió en el contexto de la liberalización económica que vivió el país en los años posteriores al conflicto armado bajo el gobierno de derecha de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA). Estas empresas mayoritariamente extranjeras disfrutan las condiciones generadas por la desregulación implementada a partir de la década de 1990, como la Ley de Zonas Francas y la Ley de Servicios Internacionales, con la exención del Impuesto sobre la Renta, el IVA y también de impuestos municipales. Pero a diferencia de las maquiladoras, los call centers no exportan productos materiales, sino recursos humanos. Los trabajadores ofrecen servicios de apoyo técnico, servicio al cliente y ventas a distancia. 
 
Para trabajadores bilingües en El Salvador, los call centers ofrecen beneficios relativamente ventajosos, con salarios mínimos de aproximadamente $600 versus el $295 mensual de la maquila (3).  Sin embargo, las condiciones laborales siguen el mismo modelo: vigilancia electrónica constante, limitado acceso al baño, un ritmo muy acelerado de trabajo, mínimo tiempo de descanso, pocas oportunidades para ascender y fuertes prácticas antisindicales. Por su flexibilidad de horario y altas exigencias, igual que en las maquilas, la industria prefiere reclutar jóvenes. Los turnos normales son de diez horas, y los agentes tienen que seguir un guion constantemente con clientes generalmente enojados, frustrados y desagradables, generando mucho estrés para los empleados. Por ende, la industria se caracteriza por altos niveles de agotamiento y rotación, y muy bajos niveles de organización sindical.
 
Actualmente, el gobierno estima que operan más de 70 empresas de call centers en el país, empleando más de 20,000 personas (4).  Tanto el gobierno salvadoreño como estadounidense identifican al sector de call center como principal área para futuro crecimiento económico en el país. Con el crecimiento del sector, academias privadas de inglés para call centers han brotado por la capital de San Salvador. Algunas son iniciativas de deportados mismos (5). 
 
Las diversas voces de los trece participantes protagonizan son los protagonistas del artículo. Los trabajadores deportados narran sus experiencias y cuestionan sus circunstancias; también bromean, ironizan y denuncian. Al analizar los discursos construidos sobre sus identidades a lo largo de las entrevistas, yo ofrezco las consideraciones siguientes: 
 
Encuentro que, en lugar de integración en la sociedad salvadoreña, el trabajo de call center parece contribuir a reforzar la identificación con Estados Unidos de los trabajadores deportados y así la segregación que divide los deportados de la sociedad salvadoreña. Para estos trabajadores, el call center representa un espacio complejo de seguridad y familiaridad cultural en que puedan recuperar una medida de estatus perdido por el estigma de la deportación. 
 
Esto ocurre a la vez que Estados Unidos ejerce un control extraterritorial sobre la movilidad de las personas deportadas, así facilitando su explotación laboral por capital norteamericano desde El Salvador. Se sienten atrapados, paralizados tanto en el trabajo de call center como en el país de su deportación, y están conscientes de que estas empresas están aprovechando de su condición. 
 
Observo, además, que estos trabajadores reproducen un discurso de responsabilidad personal sobre su deportación en donde el trabajo de call center emerge como un instrumento para reformar a sujetos deportados transgresores y convertirlos en sujetos neoliberales productivos. Argumento que la deportación, junto con el trabajo de call center, actúa como proceso disciplinario neoliberal que oscurece la violencia estructural de este ciclo neoliberal. 
 
Después de laborar en condiciones desiguales como migrantes en Estados Unidos, estos trabajadores deportados siguen explotados en el mercado norteamericano desde una posición de mayor desventaja, ahora desde el país de su nacimiento. Esta realidad nos invita a reconceptualizar la función de la deportación masiva, y analizar su convergencia con las tendencias de externalización y terciarización de servicios virtuales en la economía neoliberal globalizada. Las reflexiones presentadas aquí constituyen puntos de partida para futuros trabajos, con el fin de visibilizar las voces y experiencias de un sector singular en El Salvador, producto de flujos desiguales de personas, información y capital global, y de varias décadas de políticas neoliberales en la región. 
 
 
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How to Cite: Goodfriend, H. (2018). “Where you from?”: Deportación, identidad y trabajo reciclado en el call center salvadoreño. Latin American Research Review53(2), 303–317. DOI: http://doi.org/10.25222/larr.328
 
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Notas: 
 
1  Anderson, J. y Solis, N. (2014). Los otros dreamers. Ciudad de México: Jill Anderson y Nin Solis.
2  Fundaungo (2016) Una aproximación a las políticas de atención a los deportados en los países del Triángulo Norte de Centroamérica: El Salvador. Ciudad de Guatemala: Asociación de Investigación y Estudios. 
3  Ministerio de Trabajo y Prevención Social. (2017). “Nuevo incremento al salario mínimo”. www.mtps.gob.sv
4 PROESA (Organismo Promotor de Exportaciones e Inversiones de El Salvador). (2016, 31 mayo). "Offshore Business Services is one of the 10 most important industries at the national level". PROESA. Proesa.gob.sv. 
5 Weiss, J. Y Patiño, A. (2017, 11 noviembre) “The deportees who want to make El Salvador great again”.  Univision News. Univision.com. 
 
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About Author(s)

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Hilary Goodfriend
Hilary Goodfriend nació en Seattle, Washington, Estados Unidos, en 1989. Estudió su licenciatura en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York (NYU), donde se graduó Summa Cum Laude en 2012. En 2016, se graduó Summa Cum Laude de la Maestría de Comunicaciones de la Universidad Centroamericana "José Simeón Cañas" (UCA), donde imparte hoy una materia de investigación cultural. Además de su desempeño académico, Hilary escribe sobre los impactos de la política norteamericana en El Salvador para publicaciones estadounidenses como Jacobin Magazine yNorth American Congress on Latin America (NACLA). Ha formado parte de la junta directiva del Comité en Solidaridad con el Pueblo de El Salvador (CISPES), y actualmente es integrante de la junta editorial de NACLA.