Los Mecanismos de Movilización de las Empresas Recuperadas y Autogestionadas en Argentina

February 11, 2016

Durante la crisis económica, social y política argentina de los años 2001 y 2002 comenzaron a expandirse los casos de recuperación de empresas cerradas o quebradas, llevados adelante por sus trabajadores.1 En torno a estas experiencias se fue constituyendo un movimiento social que le otorgó identidad común a los diversos casos ocurridos desde aquellos años hasta la actualidad.

La recuperación de empresas y la autogestión de las mismas comenzó a expandirse debido a la vinculación entre la crisis socio-económica objetiva, por un lado, y la capacidad de transmisión de esta experiencia entre trabajadores, gracias a la coordinación de la acción colectiva por medio de movimientos sociales, por otro lado. La solución mayoritariamente adoptada por los trabajadores para continuar con la actividad productiva, a tono con el encauce institucional que propició el Estado, fue la figura de cooperativa de trabajo. Los protagonistas de las empresas recuperadas son trabajadores formales que tratan de salvar su continuidad laboral. Originalmente no los mueve una conciencia emancipatoria de las relaciones capitalistas, sino algo mucho más sencillo relacionado con la defensa de sus posibilidades de continuar trabajando. Para ello debieron afrontar los riesgos laborales que la crisis de las empresas suponía, y buscarles soluciones, sumidos en aquel momento en una fuerte desorientación política y sindical. En los años `90 y comienzos del 2000, las herramientas sindicales convencionales y hegemónicas no contemplaban la posibilidad de la recuperación y autogestión, ni existía una estrategia clara al respecto (a excepción, en esa época, del sindicato gráfico y de algunas seccionales del sindicato metalúrgico, que apoyaron activamente las recuperaciones de empresas). En este sentido, eran y siguen siendo para los trabajadores estrategias puramente defensivas y pragmáticas, dada la situación de crisis de las empresas.

 

Incentivos y mecanismos sociales de la movilización

Para avanzar en el análisis de la movilización, desagregamos aquel incentivo general de los trabajadores a defender su trabajo y construimos una tipología de incentivos específicos a la acción colectiva, al modo de tipos ideales, que ayude a interpretar las distintas formas de participar dentro del movimiento social. En el artículo anterior ya he analizado los incentivos “politizados”, “pragmáticos” y los basados en la “lealtad” hacia ciertos líderes u organizaciones. Los tres tipos de incentivos típicos analizados están presentes en trabajadores de diferentes tramos de edad, sexo y sectores de actividad. Como se verá, esta tipología resulta relevante para comprender cómo se articulan diversos mecanismos sociales de movilización, que se analizan a continuación.

El movimiento de recuperación de empresas ha sido uno de los más significativos entre los surgidos durante la crisis económica argentina de comienzos de siglo XXI. Sin embargo, no se puede explicar su auge sólo por dicha crisis porque en los años posteriores de recuperación y crecimiento, y hasta la actualidad, continúan recuperándose empresas. Con el paso de los años hasta el presente el movimiento ha crecido en cantidad, ha logrado algunas de las demandas iniciales, ha ganado en experiencia política y se ha constituido en una referencia conocida por todos los trabajadores, los sindicatos, el estado, partidos políticos y diversas organizaciones de la sociedad civil. ¿Cómo ha ocurrido esto? A continuación se analizan algunos mecanismos sociales, para cuya elaboración nos hemos inspirado en la teoría de los movimientos sociales, y que ayudan a comprender la forma en que se ha construido originalmente y expandido hasta la actualidad esta experiencia autogestionaria en Argentina.

El impulso inicial a la acción colectiva, por parte de los trabajadores, fue de supervivencia frente a la crisis económica y social, y se apoyó en incipientes “estructuras de movilización” (en los términos de McAdam et al., 1999) que ampliaron sus oportunidades políticas para actuar colectivamente. Conectaron aquella voluntad de supervivencia, por un lado, con la construcción de organizaciones políticas propias, por otro, confiriendo a los trabajadores cierta “disponibilidad estructural” para la protesta y la acción colectiva. Ello favoreció la extensión de este “repertorio de acción colectiva” (Tilly 1978, 2002) insertándolo en un “ciclo de protestas” (Tarrow, 2002) más amplio y generalizado en el país (Schuster y Nardacchione. 2005).

Incorporemos al análisis la identificación de mecanismos causales que explican la movilización social, sus combinaciones y secuencias (McAdam et al., 2005), para comprender la mediación entre las condiciones estructurales y las acciones sociales específicas de recuperación de empresas y autogestión. En primer lugar, cabe aclarar que la movilización social se define como el proceso por el cual un grupo adquiere el control colectivo sobre los diferentes tipos de recursos que necesita para su acción, más que el simple aumento de los mismos (Tilly, 1978), y las estructuras de movilización constituyen aquellos canales colectivos, tanto formales como informales, a través de los cuales los individuos pueden movilizarse e implicarse en los movimientos sociales. Dicho esto,  pasemos a considerar los mecanismos específicos por medio de los cuales la movilización de los trabajadores tiene lugar. Las estructuras organizativas que dieron el impulso inicial a la conformación del movimiento social de recuperación de empresas se asentaron en el mecanismo de “correduría”, implementado por los sectores más politizados del movimiento. Este sector estuvo conformado en sus orígenes por cuadros periféricos del sistema político y sindical, al que luego se sumó una fracción de trabajadores de base de distintas empresas recuperadas. Ellos construyeron los primeros vínculos entre trabajadores de diferentes empresas en crisis, facilitando el know-how de la recuperación a nuevos colectivos laborales. El mecanismo de correduría implementado por los sectores politizados es uno de los elementos que explican la construcción de distintas organizaciones con posturas políticas, tradiciones ideológicas y organizativas diferentes, tratando de coordinar y conducir la recuperación de empresas, asesorando en las tácticas y estrategias a seguir en cada caso, negociando con funcionarios de organismos estatales y/o de juzgados, con legisladores y organizaciones sociales. En la mayoría de los casos conflictivos, la lucha obrera no fue contra los patrones o directivos, que abandonaron las empresas, sino contra los mecanismos legales previstos por la legislación para la liquidación de los bienes de la firma, cuya implementación está a cargo de los juzgados.

La correduría permite, a su vez, activar el mecanismo de “formación de categorías” en el movimiento; esto es, la creación de grupos organizados que comparten unos límites que los distinguen de los demás, y que constituye la base para la conformación de nuevas identidades sociales (McAdam et al., 2005; Klandermans, 1991). La articulación de ambos mecanismos explica la formación de organizaciones que pretendían conducir distintos segmentos del movimiento general: 1) federación de cooperativas (Federación de Cooperativas de Trabajo de Empresas Recuperadas –FENCOOTER-, vinculadas a la tradición cooperativista); 2) estatización de las empresas junto con el control obrero de la producción, conducida por fuerzas políticas y sindicales de izquierda; 3) conformación de movimientos sociales propios de empresas recuperadas (Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas –MNER-, Movimiento Nacional de Fábricas Recuperadas por sus Trabajadores –MNFRT-; vinculadas a las corrientes nacional-populares y social-cristianas de Argentina).

Por tanto, desde el propio inicio de este movimiento existieron diferentes criterios organizativos e ideológicos y alternativas políticas en juego, que estuvieron condicionadas, a su vez, por las propias propuestas estatales de encauzamiento del conflicto. El Estado ha facilitado la formación de cooperativas de trabajo, en sintonía con las propuestas pragmáticas de varias organizaciones del movimiento de recuperación de empresas, a la vez que rechazaba otras opciones, como la estatización de las firmas bajo el control obrero de la producción, impulsada por organizaciones políticas de izquierda. Así, el mecanismo de “certificación” estatal (McAdam et al., 2005), que supone el reconocimiento y validación de los actores sociales por parte de las autoridades públicas, tiene un carácter diferenciado porque facilita la estrategia de formación de cooperativas, al tiempo que “descertifica” opciones político-organizativas más radicales. Es en este marco que el Estado promueve una solución específica y limitada, y empalma en grado variable con los incentivos de los distintos perfiles de trabajadores. En este marco, el diagnóstico común que circula entre los protagonistas del movimiento social remite a que no existe una política pública de carácter estratégico; valoración que incluye al gobierno nacional y a los gobiernos locales. Globalmente, la percepción entre los trabajadores es de apoyo precario del Estado, con acciones más improvisadas que planificadas e integrales. Sin embargo, a pesar de las limitaciones, esta validación incompleta de parte del Estado constituye un mecanismo de movilización porque legitima una variante importante del movimiento social, y traza una determinada ruta a seguir para los trabajadores que comiencen este camino.

Existe un cuarto mecanismo de movilización, la “transmisión social” del repertorio de recuperación de empresas, que supone la socialización de esta herramienta de lucha gracias a las variadas formas de difusión que tuvo: medios de comunicación, distintas formas de transmisión informal de esta estrategia entre los trabajadores, sugerencias de asesores legales y políticos a los colectivos laborales de empresas en crisis, apoyos solidarios de otros trabajadores, como propuestas hechas por dirigentes sindicales o agrupaciones políticas, etc., y que supone un “aprendizaje social” (Zald, 1999). Con los años, la idea de esta nueva herramienta de lucha ya se encuentra instalada en el horizonte de los trabajadores, tanto de los sectores más polítizados del movimiento como también entre trabajadores de base y de orientaciones más pragmáticas.

La combinación de los mecanismos de correduría y formación de categorías/identidades, impulsados por los diversos sectores politizados, y condicionados por la certificación diferenciada del Estado, junto con la transmisión social de este repertorio de acción, conforma los soportes causales de la dinámica particular de este movimiento. En este sentido, la movilización analizada no puede considerarse como el resultado de la acción estratégica de un solo actor colectivo homogéneo, sino como la consecuencia de una combinación de mecanismos que constituyen la objetivación de la interacción y/o disputa un conjunto de actores diversos (Tilly, 2002), que disponen de distintos recursos políticos y sociales. Este entramado de relaciones y mecanismos sociales que he intentado desagregar analíticamente constituye, a mi criterio, la base sociológica sobre la que se asientan las experiencias de autogestión en la actualidad por parte de trabajadores que recuperaron sus empresas. La crisis de antaño ha abierto una oportunidad, sí, pero luego se han concatenado unos mecanismos causales específicos que nos ayudan a entender la pervivencia y configuración actual de la autogestión.


NOTA: Este texto es una reelaboración de un artículo que he publicado junto con Ignasi brunet.  Referencia: Alejandro Pizzi e Ignasi Brunet Icart. "Autogestión obrera y movilización social: El caso de las empresas recuperadas argentinas en la Ciudad de Buenos Aires y Provincia de Buenos Aires."Latin American Research Review 49, no. 1 (2014): 39-61

 

Referencias

Klandermans, Bert (1991). “New Social Movements and Resource Mobilization: The European and the American Approach Revisited”, en Research on Social Movements. The State of the Art in Western Europe and the USA. Eds. Dieter Rucht. Frankfurt am Main: Campus Verlag.

McAdam, Dough; Sidney Tarrow y Charles Tilly (2005). Dinámica de la contienda política. Madrid: Hacer.

McAdam, Dough; John McCarthy y Mayer Zald (1999). “Oportunidades, estructuras de movilización y procesos enmarcadores: hacia una perspectiva sintética y comparada de los movimientos sociales”, en Movimientos Sociales: perspectivas comparadas. Eds. Doug McAdam, John McCarthy y Mayer Zald, 21-46. Madrid: Istmo.

Schuster, Federico y Gabriel Nardacchione  (2005). Tomar la palabra. Estudios sobre protesta social y acción colectiva en la Argentina contemporánea, Buenos Aires: Prometeo.

Tilly, Charles (2002). “Repertorios de acción contestataria en Gran Bretaña”, en Protesta social. Repertorios y ciclos de acción colectiva. Eds. Mark Traugott., 15-69. Barcelona: Hacer Editorial.

Tilly, Charles (1978). From mobilization to revolution. EEUU: Addison-Wesley Publishing Company.

Tarrow, Sydney (2002). “Ciclos de acción colectiva: entre los momentos de locura y el repertorio de contestación”, en Protesta social. Repertorios y ciclos de acción colectiva. Eds. Mark Traugott, 70-110. Barcelona: Hacer Editorial.

Zald, Mayer (1999). “Cultura, ideología y creación de marcos estratégicos”, en Movimientos Sociales: perspectivas comparadas. Eds. Dough McAdam, Josep McCarthy y Mayer Madrid: Istmo.

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Alejandro Pizzi
Licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires. Máster en Sociología Económica (Universidad Nacional General San Martín -Argentina-) y Máster y Doctorado en Economía y Empresa, con orientación en Sociología, por la Universidad Rovira i Virgili (España). Actualmente profesor de Sociología en la Universidad de Valencia (España). Las principales líneas de investigación son los movimientos sociales, la sociología económica y las relaciones laborales. Ha escrito varios libros y artículos en revistas especializadas sobre estas temáticas.