La actualidad de la campaña presidencial de la Democracia Cristiana chilena en 1964

August 25, 2017

Sistema electoral y prácticas políticas

La elección presidencial chilena del año 2013 fue la primera en llevarse a cabo bajo un sistema electoral de inscripción automática y voto voluntario. Ello, entre otros factores, produjo una cierta incertidumbre en el panorama electoral. El número potencial de electores aumentó en aproximadamente 4,5 millones de personas, llegando a los 13,3 millones. Sin embargo, como habían sugerido algunos expertos, el aumento de electores potenciales no se tradujo en una mayor participación electoral. Las campañas políticas no apuntaron en la práctica al nuevo electorado. Michelle Bachelet intentó hacer eco de las demandas sociales en boga sin integrar a quienes las impulsaban. Marcel Claude, por su parte, apuntó solo retóricamente a la masa de nuevos votantes. Cuatro años después, el recientemente fundado Frente Amplio (FA) está impulsando un proceso participativo de construcción programática. Este proceso tiene como objetivo “devolver el quehacer político a la gente, a los movimientos sociales y a los sectores que hoy son invisibilizados, ignorados y no representados por la clase política”.[i] El proceso está pensado, entonces, como un mecanismo de convocatoria para aquellos que han dejado de participar política y electoralmente.

            El año 2013 escribí la primera versión del artículo publicado en LARR “Por los que quieren un gobierno de avanzada popular”: Nuevas prácticas políticas en la campaña presidencial de la Democracia Cristiana, Chile 1962-1964. Motivado por la incertidumbre que representaba la reforma electoral aludida en el primer párrafo, investigué la elección presidencial de 1964. Dicha elección se llevó a cabo luego de que diversas reformas electorales hubieran producido una duplicación del padrón electoral en comparación con la elección presidencial de 1958.

            En 1964 el aumento en el número potencial de electores se vio reflejado también en el número efectivo de votantes. En comparación con la elección presidencial de 1958, el número de votantes en 1964 fue el doble. Por ese motivo, es difícil pensar que el apoyo de la cúpula partidaria de la derecha, como reacción al “Naranjazo”,[ii] y la campaña del terror financiada por los Estados Unidos,[iii] sean suficientes como factores explicativos del 56% obtenido por Frei Montalva. Explicar el resultado de la elección de 1964 a partir de la suma de dos tercios sobre uno (centro y derecha contra izquierda), implica no tomar en consideración el dramático cambio en el padrón electoral. Debemos preguntarnos, entonces, qué otros factores podrían sumarse al “Naranjazo” y la campaña del terror en la explicación del resultado electoral.

            La propuesta del artículo es que en la campaña de la Democracia Cristiana (DC) se produjo una síntesis entre difusión y elaboración política que constituyó un elemento sin precedentes en la historia sociopolítica chilena. Entre 1962 y 1964, el comando de Frei organizó una serie de congresos de distintos actores sociales, con el objetivo de comunicar las líneas programáticas fundamentales y de permitir la participación directa de distintos actores sociales en la elaboración programática. La inclusión de los marginados en el ejercicio de la política fue el factor distintivo de la campaña DC, así como también de la Unidad Popular en la elección de 1970.

El proceso programático de la DC

En la DC había consenso en que Frei debía ser el candidato. Eso le permitió dedicar sus esfuerzos a elaborar un programa de gobierno sólido y legitimado durante los dos años previos a la elección. Ya en 1962 el Centro Coordinador del Plan (CECOP), compuesto por técnicos especialistas en diferentes materias, estuvo a cargo de la elaboración del “Libro Azul”. Éste condensaba los principios fundantes de lo que sería el programa de gobierno; y fue la base sobre la que se discutió en el primer “Congreso Nacional de Profesionales y Técnicos” de la DC e independientes a finales de ese año. A partir del trabajo realizado en este primer congreso, los técnicos enviaron documentos y extractos del programa ya elaborado para que fueran analizados, problematizados, enriquecidos o modificados en diversos congresos de actores sociales.

            Los congresos de actores sociales se realizaron en todo el país y tuvieron un impacto considerable. Por primera vez la elaboración de un programa de gobierno era encarada de manera participativa, permitiendo que la ciudadanía se apropiara del programa al mismo tiempo que participaba en su creación. La estrategia de campaña consideró al electorado –y principalmente al nuevo electorado– no solamente como “público”, sino también como “actor” en la construcción e implementación del proyecto de “Revolución en Libertad”. Se realizaron congresos regionales y nacionales de mujeres, pobladores, campesinos, artistas e intelectuales, y juventud, entre otros. Luego, los técnicos estaban a cargo de sistematizar los aportes e incluirlos en el programa, en caso de que estuvieran en línea con los principios fundamentales. El programa final saldría de la “Convención Nacional del Pueblo de Chile”. En ella, todo dirigente social interesado (no necesariamente militante) podría participar en un plebiscito sobre cada uno de los puntos del programa.[iv]

            La masividad e impacto en la opinión pública generada por estas instancias fue entrelazándose y enriqueciéndose mutuamente con los métodos tradicionales de campaña. La campaña se centró en el candidato más que en su partido, proyectando lo que se pretendía fuera “el gobierno nacional y popular de Eduardo Frei”. Además, la DC contó con la red de organizaciones sociales de la Iglesia, cuestión que le permitió llegar a grupos sociales inalcanzables para otras candidaturas. A la hora de explicar el resultado de la elección, estos dos años de campaña deben ser considerados un elemento central, en conjunto con el apoyo de la cúpula partidaria de la derecha y con la campaña del terror. 

La actualidad de la campaña de la DC

A la luz del análisis de las prácticas políticas impulsadas por la DC en la campaña de 1964, es posible analizar el proceso impulsado por el FA y su carácter participativo. ¿Qué nos dice la estrategia de campaña de la DC a la hora de analizar la coyuntura política chilena actual y en particular el proceso programático del FA?

El proceso programático participativo del FA es sustancialmente diferente al de la DC. En primer lugar, no se realiza a partir de una base programática mínima sobre la cual los participantes puedan elaborar cuestiones específicas y/o no abordadas. Ello puede ser considerado un indicador de democracia interna, apuntando a que los partidos no “imponen” nada al ciudadano-elector participante. Sin embargo, también puede ser visto como una merma del alcance democrático del proceso: una base a partir de la cual estructurar una discusión permite generar marcos de entendimiento colectivo que ayuden a la profundidad y productividad de las deliberaciones. En segundo lugar, se realiza a partir de una convocatoria “ciudadanista”, es decir dirigida a individuos en su condición de ciudadanos, en vez de a grupos, actores y/o movimientos sociales determinados o representantes de ellos. Este punto es relevante. En el caso del proceso del FA, quien participe de una sesión de construcción programática, puede perfectamente no volver a participar políticamente, ya sea en el mismo FA o en otra organización. En definitiva, el proceso parece no tener como objetivos convocar a actores sociales organizados ni fomentar la construcción de estructuras organizativas. En ese sentido, a la luz de la investigación realizada, pareciera que la diferencia entre ambos procesos es que la DC buscaba resultados que fueran más allá del día de votación, mientras que el FA pareciera estar más orientado a lo electoral.

Por su puesto, la comparación es injusta, pues los contextos son particularmente diferentes. La DC realizó su proceso en una década que vería (y ya estaba viendo) una creciente participación social que se reflejaría, por ejemplo, en el aumento de la densidad sindical y de la participación electoral. Además, la DC realizó su proceso durante dos años (1962-1964). En cambio, el FA debe apostar a construir su proceso en el contexto de un país con bajos índices de participación política, con un campo social atomizado y desorganizado –cosa que hace difícil la construcción de organización social– en un lapso de tiempo reducido, y a pocos meses de haber sido fundado. Sin embargo, aquellos que apuestan a iniciar un nuevo ciclo histórico en la política chilena no debieran dejar de tomar en consideración las diferencias entre ambos procesos. Si bien los dos constituyen una apertura de espacios de participación e incidencia de la sociedad en la política, parecieran diferir en la forma y objetivos por los que se llevaron a cabo –aunque es necesario tener presente que el proceso del FA no ha llegado todavía a su fin. Mientras el proceso democratacristiano logró ser una síntesis entre difusión y elaboración política –permitió la difusión y el enriquecimiento de las líneas programáticas a través de la participación de actores sociales, estableciendo puentes entre política y sociedad– el proceso del FA adolece del componente de difusión, al mismo tiempo que presenta condiciones que merman la calidad de la elaboración democrática del programa.

Uno de los aspectos fundamentales de la crisis de confianza que enfrenta el sistema político chileno es la dislocación entre política formal y sociedad. El sistema político no ha sido capaz de interpretar los profundos cambios que ha experimentado y sigue experimentando la sociedad. De hecho, el FA surge de dicha crisis. Por lo tanto, a la luz de la investigación realizada, su desafío debiera ser mayor que apostar a ganar una elección o acumular votantes. No hay motivos razonables por los cuales el conglomerado debiera ser depositario de una confianza “transversal” de la ciudadanía que le permitiera “acumular el descontento”. El desafío fundamental de la nueva coalición es erigirse como un actor político conectado con la sociedad actual, que reestablece puentes entre política y sociedad. En definitiva, su desafío es superar el vacío político actual, no administrar las estructuras que han llevado a la política chilena a dicho vacío.

El proceso de elaboración y difusión programática de la DC, es uno más de muchos otros casos que debieran ser considerados por quienes apuestan a construir nuevas fuerzas políticas. Uno de los peligros que enfrenta el FA es que la generación que lo lidera, surgida al calor de las luchas estudiantiles, caiga en la tentación de pensar que es la única que ha intentado realizar transformaciones en el país. Al mismo tiempo, la coalición deberá afrontar una disyuntiva entre dos orientaciones posibles: tomar un camino marcado por un discurso orientado al voluntarismo y autoafirmación moral, sustentado en cálculos de aritmética electoral, o asumir el desafío de crear una fuerza política que permita recomponer los vínculos entre la sociedad y la política. En caso que eligiera lo segundo, la investigación realizada muestra que su intervención electoral debiera estar diseñada e implementada en función de esa recomposición de vínculos entre política y sociedad.


[i] Toda la información respecto del “proceso programático” impulsado por el FA está disponible en: http://frente-amplio.cl/programa.

[ii] El “Naranjazo” fue una elección parlamentaria de carácter complementario realizada en Curicó en marzo de 1964. Luego de haber sido derrotada en una zona rural en la que históricamente tenía éxito, la derecha decidió no participar en la elección presidencial y apoyar electoralmente a Frei, con el objetivo de impedir la llegada de Salvador Allende al poder.

[iii] Sobre la campaña del terror y su larga duración, ver: Casals, Marcelo (2016). La creación de la amenaza roja. Del surgimiento del anticomunismo en Chile a la “campaña del terror” de 1964. Santiago de Chile: LOM Ediciones.

[iv] La convención finalmente fue reemplazada por lo que sería la “Marcha de la Patria Joven”. Sin embargo, es un elemento relevante de destacar, ya que jugó un rol fundamental en el diseño de la intervención político-electoral de la DC entre 1962 y 1964. Era el punto de llegada que explicaba el porqué de los diferentes congresos de elaboración programática participativa que se realizaron en todo el país.


Labarca, J.T., (2017). “Por los que quieren un gobierno de avanzada popular”: Nuevas prácticas políticas en la campaña presidencial de la Democracia Cristiana, Chile, 1962–1964. Latin American Research Review. 52(1), pp.50–63. DOI:http://doi.org/10.25222/larr.40

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José Tomás Labarca
José Tomás Labarca es Licenciado en Historia por la Pontificia Universidad Católica de Chile y Magíster en Sociología por la misma universidad. Su investigación se centra en América Latina, cooperativas, movimientos sociales, partidos políticos, impuestos, y relaciones Estado/sociedad, desde una perspectiva histórica y sociológica. Su trabajo ha aparecido en revistas como European Review of Latin American and Caribbean Studies (ERLACS), Revista Mexicana de Sociología y Revista Idelcoop.