El éxito de los nuevos chamanes: Turismo místico en los Andes ecuatorianos

April 26, 2019
Los saraguros son un grupo étnico que vive en comunidades de las provincias de Loja y Zamora Chinchipe, en los Andes ecuatorianos. Dedicados tradicionalmente a la agricultura y la ganadería vacuna, desde los años 90 vienen implementando diversos proyectos de turismo, entre los que destaca una Red de Turismo Comunitario que —en teoría— ofrece compartir con los turistas un pedazo de la vida cotidiana de los indígenas a cambio de una contraprestación económica, cuyo 10% ingresa la comunidad y el resto se reparte entre los promotores y la familia que acoge a los turistas. Entre los productos más demandados están los “rituales de energetización” y otras prácticas de turismo místico llevadas a cabo por yachaks (especie de chamanes), curanderos y otros “guías espirituales” con poderes para iniciar al turista en creencias y saberes ocultos, así como para llevarles a planos ontológicos que trasciendan la realidad cotidiana. 
 
El turismo místico saraguro se inserta dentro de una creciente demanda en la que el turista busca algún tipo de “viaje espiritual” de la mano de “culturas ancestrales” que proporcionen una experiencia honda e intensa de “alteridad cultural radical”. Si bien el proyecto de turismo comunitario saraguro ha pasado por altibajos, la oferta de turismo místico se ha consolidado como una de las más exitosas. ¿Cuáles son las razones de ese triunfo? Es lo que me llevó, después de un primer acercamiento en el año 2006, a un trabajo de campo de corte etnográfico desarrollado entre 2015 y 2016. Durante nueve meses trabajé con los saraguros hospedándome en las mismas viviendas en las que los indígenas convivían con los turistas, interrelacionando así tanto con los anfitriones como con los huéspedes. Junto con la observación participante, realicé 107 entrevistas semiestructuradas y nueve foros de debate, y me vinculé especialmente a algunos yachaks y curanderos, para conocer sus prácticas y discursos. Paralelamente viajé a diferentes lugares de Ecuador, acompañando en ocasiones a los saraguros, y otras veces para realizar estancias breves (entre tres días y dos semanas) en otros lugares de los Andes donde también se practica el turismo místico (caso de Otavalo, por ejemplo).
 
La etnografía multisituada descubrió nueve factores que explican el auge del turismo místico en los Andes: 
 
  1. Surgimiento de un movimiento neoincaico que promueve una “vuelta de los tiempos” y que pone a disposición del turista “ancestralidad exótica” y “esencialismo étnico”, cual si los saraguros actuales fueran una muestra de salvajismo primitivo prehispánico.
  2. Promoción y venta de una naturaleza supuestamente prístina con lugares “energéticos”, como lagunas y cascadas, donde el turista puede abrazar las fuerzas cósmicas de la Pachamama.
  3. Auge de la medicina ancestral como método para lograr un “equilibrio espiritual” mediado por chamanes, curanderos o líderes que responden así a una demanda de terapias naturalistas y esotéricas.
  4. Idealización y puesta en escena de lo comunitario como opuesto al estilo de vida occidental, con la consiguiente ocultación del modo de vida y los intereses individuales y familiares de los promotores del turismo comunitario.
  5. Reconocimiento institucional, apoyo y promoción del turismo místico como parte de un movimiento identitario que protege la interculturalidad, la plurinacionalidad, la educación intercultural bilingüe, la justicia indígena o la medicina ancestral, amparados por diferentes instituciones (Naciones Unidas, Constitución de Ecuador, universidades, líderes e intelectuales indigenistas).
  6. Afianzamiento de redes de apoyo, solidaridad e intercambio en la galaxia neoindia, concretadas en congresos, jornadas y centros de curación y espiritualidad en toda Latinoamérica, donde curanderos y chamanes intercambian experiencias y se vinculan en proyectos comunes.
  7. Sincretismo new age que permite a los yachaks ofrecer productos híbridos, mezcla de elementos tradicionales y exóticos de diferentes lugares, cosmovisiones y filosofías, en el horizonte de un lenguaje común estandarizado que habla de “vibraciones”, “energetización” o “armonía cósmica”.
  8. Capital cultural de los yachaks y líderes espirituales, derivado de estudios universitarios, vinculación a las ONGs, participación política en el movimiento indígena, así como experiencia en el turismo, lo que permite crear productos ajustados a la demanda de un mundo cuya lógica mercantil y de consumo conocen.
  9. Énfasis en la performatividad de los productos turísticos, especialmente en forma de fast rituals como los “rituales de florecimiento y de energetización” que pueden despacharse a demanda del turista en unos pocos minutos, que obedecen a una secuencia estereotipada fácilmente consumible, y que no demanda la intervención de yachaks reconocidos como tales por los saraguros.
Los nueve puntos no responden tanto a la conclusión del investigador en soliloquio, sino a los elementos que fueron debatidos en distintos foros, incluyendo asambleas, reuniones, tanto con los propios protagonistas in situ, como en diferentes instituciones (p. ej., universidades, museos, casas culturales). Allí se pusieron de manifiesto no solo los logros sino también los desajustes y las críticas, veladas o explícitas, de saraguros que han abandonado el proyecto de turismo comunitario, o bien se oponen al mismo desde la convicción de que este tipo de turismo promueve un tipo de identidad étnica de corte esencialista, beneficia fundamentalmente solo a unas pocas familias, o mercantiliza y trivializa la espiritualidad indígena, si bien existen también saraguros felices de poder mostrar parte de su “cosmovisión” y su “espiritualidad” y obtener por ello unos ingresos complementarios a su actividad agropecuaria. 
 
Estos factores muestran la multidimensionalidad de un tipo de turismo que escapa a su simple categorización como auténtico o simulacro, y nos hace comprender —a la luz de un fenómeno glocal— el lugar en el mundo que ocupan actualmente muchos grupos indígenas en Latinoamérica. Huyendo de las posturas inequívocas, que plantean si el turismo místico es o no auténticamente ancestral, si promueve o no el desarrollo, si alienta o no un conocimiento de la cultura andina o si hay o no espiritualidad, este estudio permite comprender el turismo místico como un espacio de enorme creatividad y mezcolanza, aunque también de disputas, contradicciones y paradojas, muestra de las prácticas de articulación, adaptación y cambio que caracterizan a muchos grupos indígenas en Latinoamérica. El turismo místico, ni es exclusivamente una tendencia importada desde las lógicas mercantiles occidentales, ni responde a una estrategia absolutamente autónoma y consciente de los indígenas, sino un fenómeno más complejo que no es posible comprender, en mi opinión, sin hacer referencia a los factores que aquí he descrito, y con los cuales un grupo de indígenas saraguros tiene intención de revisar y, tal vez, reformular su propuesta de turismo comunitario. 
 
LARR article: 
 
Del Campo Tejedor, A. (2019). El éxito de los nuevos chamanes: Turismo místico en los Andes ecuatorianos. Latin American Research Review, 54(1), 89–102. DOI: http://doi.org/10.25222/larr.151
 
 

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Alberto del Campo Tejedor
Alberto del Campo Tejedor (Sevilla, 1971) es Profesor Titular de Antropología Social en la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla). Se licenció en Derecho, en Filología Alemana y en Antropología Social en la Universidad de Sevilla. En esta última obtuvo el doctorado con una tesis sobre la burla en los improvisadores poéticos alpujarreños. Ha impartido docencia en universidades de África, América y Europa, con prolongadas estancias de formación e investigación de siete años entre Estados Unidos, Ecuador y Suiza. Ha realizado trabajo de campo singularmente en Andalucía (España) y los Andes ecuatorianos, aunque también ha llevado a cabo estancias más breves en Camerún, Portugal, Costa Rica o Panamá. Es autor de 13 libros y más de 60 artículos indexados en temáticas como la risa, la fiesta y el rito, la música popular, el turismo, el campesinado, el simbolismo, la teoría antropológica y la literatura oral. Su obra ha merecido diferentes reconocimientos como el Premio Internacional de Investigación Juan Valera (2003), el Tercer Premio de Investigación Cultural Marqués de Lozoya (2003), el Premio Internacional de Investigación Etnográfica Ángel Carril (2004), el Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos 2005 (Fundación Lara, editorial Planeta) o el Premio Ciudad de Sevilla 2009 (Ayuntamiento de Sevilla, Universidades de Sevilla). Crédito foto del autor: Isabel Munuera