Murió Juan Gelman, el poeta del compromiso y la ternura

October 20, 2016

El 14 de enero pasado, murió en su casa de Ciudad de México Juan Gelman, un poeta inmenso, multipremiado, autor de una prolífica obra, y reconocido además en los últimos años como el poeta de la memoria. Esto último le otorgó una gran visibilidad pública en la Argentina ya que llevó a cabo desde finales de los años 80 una infatigable tarea para denunciar los crímenes de la última dictadura militar y en la búsqueda de su hijo y nuera desaparecidos, y pudo recuperar finalmente a su nieta Macarena, nacida en cautiverio.

Algunos lo llaman el poeta del compromiso y la ternura; otros, el poeta de los ojos tristes. Ambas formas responden a sus características más sobresalientes. Como dijo en estos días la periodista Raquel Garzón, de Juan Gelman “serán siempre la revolución y la ternura, dos sustantivos que él probó compatibles en la vida y la poesía”. Considerado en la actualidad uno de los poetas más leídos de la Argentina, ganador de los premios más importantes en lengua española (entre ellos el premio Cervantes, en 2007), este porteño nacido en el  barrio de Villa Crespo el 3 de mayo de 1930, fue para muchos un fiel representante de la generación del 70. Si hay algún elemento que permita trazar el tono singular de su vasta obra poética, que suma casi 30 libros, es la marca  siempre presente de la afectividad, lo que algunos críticos llaman su “sentimentalismo”. La de Gelman es una poesía que se hace cargo de los temas cotidianos a partir de la introducción de un lenguaje coloquial, cercano y tibio, pero que al mismo tiempo (y tal vez en homenaje a César Vallejo, uno de sus poetas más admirados) tensa la sintaxis habitual y desarma las palabras para acercarlas lo más posible a una nueva manera de nombrar.      

Afiliado por ese entonces al Partido Comunista argentino, Gelman funda en 1955 (mientras los aviones de la Marina bombardeaban Plaza de Mayo para derrocar el segundo gobierno de Juan Domingo Perón) el colectivo poético El pan duro, integrado por jóvenes militantes comunistas que proponían una poesía comprometida y popular. Un año después, publica su primer libro de poemas, Violín y otras cuestiones, que fue prologado por el poeta Raúl González Tuñón y de esta manera lo ubicó de entrada en las avenidas del grupo de Boedo. El uso de un lenguaje bien coloquial, la utilización reiterada de diminutivos y la introducción de temas cotidianos en la poesía lo emparentan desde el inicio con poéticas como la de Mario Benedetti, Ernesto Cardenal, Nicanor Parra y Antonio Cisneros. Juan Gelman arrancó entonces haciendo política con aires de tango, y desde allí se fueron sumando libros: El juego en que andamos (1959), Velorio del solo (1961) y Gotán(1962), que reforzaron la aparición de una voz poética de tono bajo, íntimo, fácil de conectar con la idiosincrasia argentina, con su melancolía. Este hecho a mi entender ha contribuido a que algunos representantes de la ciudad letrada y de los jóvenes poetas argentinos critiquen la poética de Juan Gelman por lo que consideran un tono quejoso, instaurando nuevamente el viejo dualismo Boedo-Florida que dividió a la vanguardia argentina de las décadas del 20 y del 30 en opciones estereotipadas e irreconciliables. La obra poética posterior de Gelman desmiente categóricamente estos argumentos ya que a partir de la publicación de Cólera buey (1965), el poeta comienza un camino de experimentación lingüística que lo lleva incluso al uso de heterónimos en Los poemas de Sidney West (1969) o a  construir sus propios poemas sobre la base de frases ajenas, como las de Baudelaire o la de los místicos españoles Santa Teresa y San Juan, o la de Homero Manzi. De esta índole es Dibaxu(1994), un libro que escribe completamente en sefaradí, la lengua que hablaban los judíos en España poco antes de la ascensión de los Reyes Católicos que los expulsarán de la península. Si bien es innegable que se le puede encontrar a la poesía de Gelman el tono de una época, la de los setenta, que comenzó triste y culminó de manera trágica, me parece más interesante en este sentido la lectura que realiza Miguel Dalmaroni en su libro La palabra justa. Este crítico arma allí una genealogía que hermanaría a escritores argentinos supuestamente tan disímiles como Leónidas y Osvaldo Lamborghini con Juan Gelman y Alejandra Pizarnick a partir de la ruptura que realizan todos ellos  con la tradición de la sobriedad impuesta por el estilo borgeano. Dalmaroni valora en la poesía de “lágrima fácil” de Gelman una apuesta por romper con los cánones del buen gusto y la continencia tan típicos de la literatura argentina de la década del cincuenta. Desde este argumento, la lengua poética de Gelman, su agramaticalidad, el uso violento de las escansiones da lugar a un ritmo inédito para el verso. Mediante estas operatorias Gelman precipita la renovación de la lengua, alimentándola más de disloques lingüísticos que de normatividad y transparencia comunicativa. Estrategia está última que sólo se puede encontrar en los grandes poetas.

En sintonía con otros escritores militantes de los años setenta en la Argentina como Rodolfo Walsh y Francisco Paco Urondo, Gelman fue también un excelente periodista. Esta práctica se intensifica  después que abandona el PC y comienza a militar en la organización guerrillera Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), que posteriormente, en 1973, se fusiona con Montoneros. Fue secretario de Redacción del diario La Opinión y de la ya mítica revista Crisis y jefe de redacción del diario Noticias. Un año antes del golpe, y debido a las amenazas de la Alianza Anticomunista Argentina, la organización parapolicial conocida como triple A, Gelman comenzó su largo camino al exilio. En 1979, se desvinculó  de los Montoneros, a quienes acusó por su verticalismo militarista y a partir de ese momento se dedicó infatigablemente a denunciar en el mundo las violaciones a los derechos humanos cometidas por la última dictadura militar en la Argentina.  En 1989 fue indultado por el presidente Carlos Menem junto a otros 64 integrantes de organizaciones guerrilleras y a los militares acusados de violaciones a los derechos humanos. Sin embargo, Gelman impugnó la medida y protestó públicamente contra ella en el diario Página 12. En 1990, el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó los restos de su hijo Marcelo, que se encontraban en un río del partido bonaerense de San Fernando, dentro de un tanque de grasa lleno de cemento. En el 2000 y luego de décadas de búsqueda el poeta logró recuperar a su nieta nacida en cautiverio en Uruguay. En ese momento la joven tenía 23 años y estaba viviendo en Montevideo con un matrimonio de policías al que había sido entregada.

A partir del exilio, la poesía de Gelman intensifica un tono desgarrado, entrecortado, muchas veces elegíaco, en recuerdo de sus compañeros muertos en la lucha revolucionaria. En Carta Abierta (1980), por ejemplo, alude directamente al dolor por la desaparición y muerte de su hijo. Sin embargo, tal vez sea Carta a mi madre(1989) su poemario más conmovedor, escrito a partir del dolor que experimenta por estar imposibilitado de volver al país para ver morir a su madre: "vos/ que contuviste tu muerte tanto tiempo/ ¿por qué no me esperaste un poco más?/ ¿temías por mi vida?/ ¿me habrás cuidado de ese modo?/ ¿jamás crecí para tu ser?/ ¿alguna parte de tu cuerpo siguió vivida de mi infancia?/ ¿por eso me expulsaste de tu morir?/ ¿como antes de vos?/ ¿por mi carta?/ ¿intuiste?".

En el prólogo de una reciente antología personal, Gelman anotó: “La voz seguramente cambia, pero las obsesiones, no: el amor, la niñez, la revolución, el otoño, la muerte, la poesía sigue sumiéndose en la abierta oscuridad de su sentido, obligándome a buscar respuestas que nunca encontraré”. En ese camino de búsqueda permanente, en esa obsesión por la palabra, pero también por el silencio, se circunscribió la poesía de Gelman. Una poesía que abrazó los temores y temblores de una época trágica de la Argentina y decidió cantar sus tristezas. Sin lugar a dudas, su muerte nos deja más solos.  

About Author(s)

susana.rosano's picture
Susana Rosano
Susana Rosano is a professor at the National University of Rosario. She has earned her PhD in Hispanic Languages and Literatures from the University of Pittsburgh in 2005.